El reto de la crianza emocionalmente consciente
La crianza de los hijos es un viaje complejo, donde los padres se enfrentan a múltiples desafíos emocionales. Uno de los más difíciles es sostener las emociones desagradables de los niños sin caer en el autoritarismo ni en la sobreprotección. En muchas ocasiones, ver a nuestros hijos frustrados, enojados o tristes puede despertar en nosotros un impulso inmediato de calmar su malestar, ya sea minimizando sus sentimientos, distrayéndolos o imponiendo. Sin embargo, es fundamental comprender que los niños necesitan expresar y procesar sus emociones, y nuestro papel como padres no es evitar su sufrimiento, sino acompañarlos con firmeza y empatía para que puedan aprender a gestionarlo.
PSICOLOGÍACRIANZANIÑOS Y ADOLESCENTESPARENTALIDAD
Alicia Pablo Beltrán
3/15/2025
De la autoridad rígida a la crianza consciente
A lo largo del tiempo, la perspectiva de la autoridad parental ha cambiado significativamente. Antiguamente, predominaba un modelo autoritario, basado en la obediencia sin cuestionamientos, el castigo y la distancia emocional (Baumrind, 1966). Con el tiempo, la psicología y la pedagogía han demostrado la importancia del apego seguro, la comunicación respetuosa y el reconocimiento de las emociones infantiles (Ainsworth, 1979). Sin embargo, en un intento por alejarse de la rigidez del pasado, algunos padres han caído en una permisividad excesiva, donde la falta de límites genera inseguridad en los niños.
La clave está en encontrar un equilibrio: ser padres firmes, pero también emocionalmente disponibles. Es decir, establecer normas y límites claros, pero sin perder de vista las necesidades emocionales de nuestros hijos. La firmeza no está reñida con la empatía; al contrario, ambas pueden y deben coexistir para ofrecer a los niños un entorno seguro y predecible (Gottman & Declaire, 1997).
La sobreprotección emocional y sus efectos
La sobreprotección emocional ocurre cuando los padres intentan evitar cualquier malestar en sus hijos, protegiéndolos excesivamente de experiencias negativas o desagradables. Aunque la intención es amorosa, este tipo de crianza puede tener consecuencias negativas en el desarrollo emocional de los niños (Goleman, 1995). Algunas de estas repercusiones incluyen:
Dificultad para gestionar la frustración: Si los niños nunca enfrentan situaciones difíciles, no desarrollan la capacidad de tolerar la frustración ni de buscar soluciones por sí mismos.
Baja autoestima y dependencia emocional: Al no permitírseles experimentar desafíos, pueden desarrollar inseguridad y falta de confianza en sus propias habilidades para resolver problemas.
Ansiedad e inseguridad: La sobreprotección transmite el mensaje de que el mundo es peligroso y que ellos no son capaces de afrontarlo sin ayuda.
Dificultades en las relaciones interpersonales: Al no haber aprendido a manejar conflictos o emociones difíciles, pueden presentar problemas en la interacción con otros niños o adultos.
Criar con firmeza y empatía significa permitir que los niños experimenten emociones desagradables, acompañándolos sin intervenir en exceso y ayudándolos a desarrollar herramientas para gestionar sus sentimientos (Siegel & Bryson, 2011).
Cómo evitar la sobreprotección emocional
Para evitar la sobreprotección emocional y fomentar la autonomía en los niños, es importante tomar en cuenta algunas estrategias clave:
Permitir que enfrenten desafíos: No resolver automáticamente los problemas de los niños. En lugar de intervenir de inmediato, podemos guiarlos con preguntas como “¿Cómo crees que podrías solucionarlo?”
Validar sin eliminar el malestar: Reconocer sus emociones sin apresurarnos a eliminar su incomodidad. “Entiendo que esto te hace sentir triste. Es normal sentirse así cuando algo no sale como esperabas.”
Fomentar la independencia emocional: Enseñarles a gestionar sus propias emociones en lugar de depender siempre de un adulto para calmarse. Respiración profunda, nombrar sus sentimientos o dibujar pueden ser herramientas útiles.
Establecer expectativas claras: Ayudarles a comprender que la frustración es parte de la vida y que aprender a manejarla es una habilidad valiosa.
Enseñar habilidades de resolución de problemas: Proporcionarles estrategias para enfrentar situaciones difíciles, como hablar con un adulto de confianza, buscar alternativas o pedir ayuda cuando sea necesario.
La importancia de la firmeza en la crianza
Los niños necesitan padres que sean figuras de referencia claras, capaces de guiar y proteger con seguridad. La firmeza no implica dureza ni agresividad, sino la capacidad de establecer límites desde el respeto y la coherencia. Cuando los niños perciben que sus padres son consistentes, se sienten seguros porque saben qué esperar y cómo actuar en diferentes situaciones (Baumrind, 1966).
Algunas claves para ejercer una crianza firme y empática incluyen:
Validar sus emociones: En lugar de negar o minimizar lo que sienten, podemos ayudarles a poner en palabras sus emociones. “Veo que estás muy enojado porque no puedes jugar más tiempo, entiendo que eso te frustra” (Gottman & Declaire, 1997).
Mantener los límites con calma: Es importante que los niños sepan que hay normas y que no cambiarán por su estado de ánimo. “Sé que estás molesto, pero no podemos quedarnos más tiempo en el parque. Volveremos otro día” (Siegel & Bryson, 2011).
Modelar el autocontrol: Los niños aprenden con el ejemplo. Si los adultos respondemos con calma y seguridad, les enseñamos que es posible gestionar las emociones sin perder el control (Goleman, 1995).
Brindar opciones dentro de los límites: Permitirles cierta autonomía en la toma de decisiones dentro de un marco claro. “Puedes ponerte el abrigo rojo o el azul, tú eliges”.
Reafirmar la conexión: La disciplina no debe romper el vínculo afectivo. Un abrazo, una mirada comprensiva o unas palabras de aliento refuerzan la idea de que, aunque haya límites, el amor no está en juego (Ainsworth, 1979).
Un refugio seguro y decidido
Los niños necesitan sentir que sus padres son fuertes, decididos y protectores. Un adulto que duda constantemente o que cede ante cada petición transmite inseguridad, lo que puede generar ansiedad en los niños. No se trata de ser inflexibles, sino de demostrar que estamos en control de la situación, incluso cuando surgen conflictos o momentos difíciles (Baumrind, 1966).
En definitiva, criar con firmeza y empatía es un arte que requiere equilibrio. Se trata de ser líderes amorosos, capaces de guiar con claridad y sostener emocionalmente a nuestros hijos sin anular su mundo emocional. Cuando los niños sienten que sus padres son firmes y a la vez comprensivos, crecen con la confianza de que están en manos seguras, listas para guiarlos en su camino hacia la madurez emocional.
La historia personal de los padres y su impacto en la crianza
Las experiencias de la infancia de los padres influyen profundamente en su estilo de crianza. Aquellos que crecieron en hogares autoritarios pueden tender a replicar la rigidez con sus hijos o ir al polo totalmente contrario, mientras que quienes experimentaron abandono emocional pueden volcarse hacia la sobreprotección en un intento de compensar sus propias carencias (Siegel & Hartzell, 2003). Sin embargo, actuar desde heridas no sanadas puede generar dinámicas poco saludables en la relación con los hijos.
Cuando los padres no han procesado sus propias experiencias emocionales, pueden reaccionar impulsivamente ante el llanto, la frustración o la ira de sus hijos, ya sea minimizando sus sentimientos o, por el contrario, protegiéndolos en exceso. La terapia puede ser una herramienta clave para comprender estas tendencias y desarrollar una crianza más consciente. A través de la terapia, los padres pueden:
Reconocer patrones inconscientes: Identificar de qué manera su infancia influye en su forma de educar.
Aprender estrategias de regulación emocional: Manejar sus propias emociones para no proyectarlas en sus hijos.
Construir un estilo de crianza equilibrado: Integrar firmeza y calidez de manera saludable.
Sanar heridas del pasado: Evitar que experiencias negativas propias condicionen la crianza.
Criar desde la consciencia y el autoconocimiento permite a los padres tomar decisiones desde el amor y la seguridad, en lugar de la reacción y el miedo. Al sanar su propia historia, pueden ofrecer a sus hijos una crianza basada en la estabilidad emocional y el respeto.
Referencias bibliográficas
Baumrind, D. (1966). Effects of Authoritative Parental Control on Child Behavior. Child Development, 37(4), 887-907.
Siegel, D. J., & Bryson, T. P. (2011). The Whole-Brain Child: 12 Revolutionary Strategies to Nurture Your Child's Developing Mind. Delacorte Press.
Goleman, D. (1995). Emotional Intelligence: Why It Can Matter More Than IQ. Bantam Books.
Ainsworth, M. D. S. (1979). Infant-mother attachment. American Psychologist, 34(10), 932-937.
Gottman, J., & Declaire, J. (1997). Raising an Emotionally Intelligent Child: The Heart of Parenting. Simon & Schuster.
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